sábado, noviembre 06, 2010

NOCTURNO Y ELEGÍA (Emilio Ballagas)

Si antes de leer este poema algún ser humano sigue pensando en que es superior a otro ser vivo, sea animal o vegetal, creo que después de leerlo dejará de estar tan convencido. Aquí el poeta se funde en la Naturaleza, se entrega a ella tras un amor frustrado, y no hay tristeza en su muerte, no... Sólo melancolía y un generoso y sabio amor al Cosmos que lo contiene. Sirva para darnos cuenta de que a fin de cuentas, a pesar del aspecto que tengamos hoy, seremos al final de nuestros días solo un grano de arroz, una pizca de sal, una hoja al viento, una pluma de paloma, un rosnido de animal, un minúsculo cúmulo de arena en un mar infinito. El cuerpo perece, pero el alma se conserva en el Universo... tal vez en forma de estrella. Paola Giardina http://thislifeisironic.blogspot.com


Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.

Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.


No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.

La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.


Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos:
y la gota de sangre en el pañuelo.

Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
a una orilla de juncos olvidados;
dile que voy del azafrán al lirio.

Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarme en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en un rumor de venas y sordina.


Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño,
me quedé fijo, roto, desprendido.

Y si dudáis de mí creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.

De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la Luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.


Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé donde.

Mejor será que espere a medianoche,
y a la vigilia del tejado fría.

No me recuerdes su entregada sangre
ni que yo puse espinas y gusanos
a morder su amistad de nube y brisa.

No soy el ogro que escupió en su agua
ni el que un cansado amor paga en monedas.
¡No soy el que frecuenta aquella casa
presidida por una sanguijuela!


(Allí se va con un ramo de lirio
a que lo estruje un ángel de alas turbias.)

No soy el que traiciona a las palomas,
a los niños, a las constelaciones…
Soy una verde luz desamparada
que su inocencia busca y solicita
con dulce silbo de pastor herido.


Soy un árbol, la punta de una aguja,
un alto gesto encuentre en equilibrio:
la golondrina en cruz, el aceitado
vuelo de un búho, el susto de una ardilla.

Soy todo, menos eso que dibuja
un índice con cieno en las paredes
de los burdeles y los cementerios.


Todo, menos aquello que se oculta
bajo una seca máscara de esparto.

Todo, menos la carne que procura
voluptuosos anillos de serpiente
ciñendo en espiral viscosa y lenta.

Soy lo que me destines, lo que inventes
para enterrar mi llanto en la neblina.

Si pregunta por mí, dile que habito
en la hoja del acanto y en la acacia.
O dile, si prefieres, que me he muerto.
Dale el suspiro mío, mi pañuelo;
mi fantasma en la nave del espejo.
Tal vez me llore en el laurel o busque
mi recuerdo en la forma de una estrella.



La vida de Emilio Ballagas fue paralela cronológicamente a la de nuestra presidenta, pues nacieron con un solo año de diferencia y murieron ambos en 1954. Emilio Ballagas -a la izquierda junto a su hijo- nació en Camagüey (Cuba) el 7 de noviembre de 1908 (mañana es su cumpleaños) y falleció en La Habana con sólo 46 años de edad. Profesor universitario y periodista, en los años 30 su obra participa de las dos corrientes principales de la poesía vanguardista cubana: la poesía pura o purista (cuya máxima representante en Cuba fue Dulce María Loynaz) y la poesía negra (folclórico-musical) de homenaje a los más humildes, pese a que Ballagas era blanco y de familia burguesa. Una muestra de su poesía pura son los poemarios Júbilo y fuga (1931), Sabor eterno (1939) y Nuestra Señora del Mar (1943). Entre su poesía negra se destacan la Elegía de María Belén Chacón, seguramente su obra de carácter más popular, Canción para dormir a un negrito, uno de sus poemas más tiernos, y el Cuaderno de poesía negra (1934). También se ocupó de compilar la importante Antología de poesía negra hispanoamericana (1935) que lo convirtió en una de las principales figuras de esta corriente, junto a su máximo representante, Nicolás Guillén. Más tarde, sus versos ahondan más y más en el sentido de la vida, humanizándose de manera prodigiosa y empapándose de preocupaciones espirituales y filosóficas, sin renunciar por ello a la armonía y hermosura del lenguaje. Quizá el ejemplo más impresionante de su profundidad sea el poema Nocturno y Elegía. Quien desee conocer más sobre Emilio Ballagas y su Obra, visite el siguiente enlace en El Caimán Barbudo y podrá leer un artículo de Leopoldo Luis en el cual se dice: "Algunos poemas perduran. Sin importar cuándo fueron escritos, conservan intacta la frescura, como si la aspereza del tiempo no alcanzara a marchitarlos; al margen de giros estéticos, corrientes o tendencias."