Photo : Mary Ellen Mark
(Falkland Road: Prostitutes of Bombay)
Era un pueblo en el que vivían, frente a frente, un asceta y una prostituta. El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas comiendo y durmiendo en una mísera choza. La mujer era visitada muy frecuentemente por hombres. Un día el asceta increpó a la prostituta:
-¿Qué forma de vida es la tuya, mujer perversa? Estás corrompida y
corrompes a los demás. Insultas a Dios con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad deseaba llevar otra forma de
vida, pero era muy difícil dadas sus condiciones. Aunque no podía cambiar su
modo de conseguir unas monedas, se apenaba y lamentaba de tener que recurrir a
la prostitución, y cada vez que era tomada por un hombre, dirigía su mente
hacia el Divino. Por su parte, el asceta comprobó con enorme desagrado que la
mujer seguía siendo visitada por toda clase de individuos. Adoptó la medida de
coleccionar un guijarro por cada individuo que entrara en la casucha de la
prostituta. Al cabo de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la
prostituta y la recriminó:
-Mujer, eres terrible. ¿Ves estos guijarros? Cada uno de ellos suma uno
de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida, y, unas
semanas después, la muerte se la llevaba. Ese mismo día, por designios del
inexorable destino, también murió el asceta, y he aquí que la mujer fue
conducida a las regiones de la luz sublime y el asceta a las de las densas
tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta protestó enérgica y
furiosamente por la injusticia que Dios cometía con él. Un mensajero del Divino
le explicó:
-Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de haber
gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en cambio, la mujer
haya sido conducida a las regiones de la luz. Pero, ¿es que no comprendes que
somos aquello que cosechamos? Echa un vistazo a la tierra. Allí yace tu cuerpo,
rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa, honrado por todos, cortejado
por músicos y plañideras, a punto para ser incinerado con todos los honores. En
cambio, mira el cuerpo de la prostituta, abandonado a los buitres y chacales,
ignorado por todos y por todos despreciado. Pero, sin embargo, ella cultivó
pureza y elevados ideales para su corazón pensando en Dios constantemente, y
tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de impurezas.
¿Comprendes, pues, por qué cada uno de ustedes va a una región tan diferente?
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