A ti, manzana,
quiero celebrarte llenándome
con tu nombre la boca,
comiéndote.
Siempre eres nueva
como nada o nadie, siempre
recién caída del Paraíso:
plena y pura mejilla
arrebolada de la aurora!
Qué difíciles son
comparados contigo
los frutos de la tierra,
las celulares uvas, los mangos
tenebrosos, las huesudas
ciruelas, los higos
submarinos: tú eres
pomada pura, pan fragante,
queso de la vegetación.
Cuando mordemos
tu redonda inocencia
volvemos por un instante
a ser también recién creadas
criaturas: aún tenemos
algo de manzana.
Yo quiero una abundancia
total, la multiplicación
de tu familia, quiero
una ciudad, una república,
un río Mississippi de manzanas,
y en sus orillas quiero ver a toda
la población del mundo unida, reunida,
en el acto más simple de la tierra:
mordiendo una manzana.
Cyril Helnwein, Snow White and the Poison Apple (Blancanieves y la Manzana envenenada)